La Argentina tiene pendiente una recuperación de su participación económica en el mundo. Nuestro presente es malo como efecto de muchos años de errores. El porcentaje de las exportaciones argentinas en el total mundial descendió 65 por ciento en 60 años, y el stock de inversión extranjera directa hundida en nuestro territorio como porcentaje del total mundial se redujo 75 por ciento en 25 años.
Así, diversos cambios deben modificar la matriz de participación argentina en el resto del mundo. Pero una buena novedad es que la discusión política ha comenzado a considerar, ahora, a través de nuevos debates a los que asistimos por estos días y en los que participan el oficialismo y algunas fuerzas opositoras, la necesidad de modificar estructuras regulatorias, límites proteccionistas y una debilidad geopolítica.
El mundo asiste a una reconfiguración de su arquitectura de relaciones económicas por medio de siete fuerzas que redefinen el escenario global: una profunda revolución tecnológica que modifica medios de producción, inversión y comercio; el nuevo fuerte liderazgo excluyente de empresas globales que cambian realidades a través de constantes disrupciones; la generación de novedosas redes y alianzas sistémicas que definen de nueva manera integrada, los espacios de interacción entre empresas y agentes económicos diversos; la creciente incidencia de la geopolítica en los negocios; la consecuente relevancia de los estándares de calidad como requisito competitivo; la mayor relevancia relativa de los acuerdos económicos entre países ante el debilitamiento del multilateralismo; y una inestabilidad sistémica como regla.
La Argentina tiene, ante este nuevo escenario, oportunidades de participación exitosa sobre varios potenciales.
Especialmente, por las materias en las que puede desarrollar oferta (que puede abastecer necesidades económicas exteriores, pero también necesidades geoestratégicas y hasta las otras necesidades propias de los cambios en marcha en la nueva economía): la energía (desde las convencionales hasta las más limpias y novedosas), la bioeconomía, los minerales, los servicios basados en el conocimiento, el turismo y sus actividades conexas (entre otras).Sin embargo, para el éxito esperado, hay no pocas asignaturas por aprobar. Entre ellas, la estabilidad macroeconómica (aún pendiente), la mejora en el (hoy muy pesado) entorno regulatorio y la apertura y proyección exteriores de una economía aún cerrada y obstruida en frontera (lo que nos ha empobrecido por la debilidad vincular internacional). A lo que habrá que agregar la reacción de las empresas y el sector productivo privado, que deberán acompañar con inversión, modernización e internacionalización para dejar de ser un país (que hoy somos) desde el que muy pocos logran internacionalización sistémica. La revolución energética que la Argentina puede producir se encuentra en este marco de oportunidades. Pero, como siempre ocurre, la oportunidad es solo un llamado y el éxito depende de la respuesta.
«La revolución energética que la Argentina puede producir se encuentra en este marco de oportunidades. Pero, como siempre ocurre, la oportunidad es solo un llamado y el éxito depende de la respuesta».